LA RELIGIÓN CÓSMICA: EL MENSAJE OLVIDADO DE EINSTEIN – MENSAJE 2

Materialismo

Los materialistas niegan lo espiritual, al Creador y todo lo demás que se oponga al dominio mental y material, porque serían conceptos subjetivos, tal vez válidos individualmente, pero no colectivamente, por lo que serían inaptos para crear una nueva sociedad mejor, más justa, más digna, más humana y más feliz, o sea la Gran Utopía”,

En primer lugar, se debe reconocer que la mente racional y los pensamientos que de ella emanan son extremadamente valiosos para el crecimiento de la sociedad humana. ¿Pero ellos son suficientes para tanto? Además ¿quién pesó, fotografió, radiografió, o vio en un microscopio o en un telescopio un pensamiento o un sentimiento? Ellos no parecen ser materia de ningún tipo; ciertamente serán, pues una energía, de naturaleza invisible, pero real.

Las diferentes tendencias del pensamiento humano deben ser entendidas dentro de los contextos específicos donde ocurrieron. En particular, el desarrollo de la Ciencia (moderna) tiene menos de 400 años, siendo que en la época prevalecía pesadamente, una única forma de ver el mundo: aquella expuesta por los dogmas de una Iglesia todopoderosa, apoyada en una institución represiva llamada nada menos que “Santa” Inquisición, la que llevó a la hoguera, ¡más de tres millones de personas! Eran los famosos “herejes”.

En ese marco referencial, la Ciencia se fue alejando cada vez más de la idea del Ser Supremo (a pesar de que los creadores del método científico como Descartes y Bacon, así como el mayor genio científico de las primeras épocas, Newton, eran místicos). De este modo, el papel de Dios pasó a ser el de “Gran Relojero” primero y después fue dado a entender que Él se habría jubilado, una vez que dejó el reloj del mundo en funcionamiento pleno. Es claro que en esta interpretación, Él ya no jugaba ningún papel significativo en la evolución humana. Por lo tanto fue suprimido.

Para agravar la situación, la religión predominante, abandonando ya hace bastante tiempo, a través de varios Concilios, la esencia de las enseñanzas del Maestro Jesús, adoptó un concubinato inadmisible con el poder temporal. Así, entre otras cosas, decretó que los habitantes de Indo América no tenían alma (por lo tanto eran como animales, para los cuales no valía ninguna ley).

Es en ese contexto represivo que Marx escribe su famosa frase: “la religión es el opio de los pueblos”. A partir de ahí se identifica religión con El Creador y por lo tanto, este es eliminado como figura tenebrosa que militaba del lado de los explotadores.

El siglo XIX ve nacer así una nueva línea de pensadores, preocupados sobre todo por la justicia social (Marx, Engels, Proudhon, Bakunin) y en el siglo XX otros (Kropotkin, Lenin etc). Confundiendo religión con el Ser Supremo, que sobrevuela todas ellas, antiguas y modernas, los grandes movimientos sociales del siglo XX, especialmente la Revolución Rusa (1917) quedaron impregnados de materialismo, a pesar de la religiosidad que era muy fuerte, sobre todo en los campesinos rusos.

Hoy, ya entrado el Siglo XXI, debemos comprender que materialismo y espiritualismo, si bien pueden ser considerados como opuestos, ellos son complementarios: uno prevalece en la vida física, en otro en la vida interior.

Invitamos pues a los luchadores sociales de todas las tendencias, a que reexaminen este punto, pues precisamos de todas las potencialidades humanas para enfrentar el desafío final: la creación de la Gran Utopía: una sociedad mejor, más justa, más digna, más humana y más feliz (Ver Bonilla, 2)

Religiosidad dogmática

En este caso, el problema es totalmente diferente, pues la Espiritualidad y el Ser Supremo (llamado de Dios, con nombres diferentes por cada una de ellas: Jehová, Ra, Brahma, Ahura-Mazda, El Señor, Alá, etc.) son unánimemente reconocidos.

Pero, simultáneamente, se proclama una única versión verdadera de ese Dios omnipotente, lo cual ha llevado a innumerables guerras “santas”, como las famosas Cruzadas.

La gran objeción que tenemos a esta manera de pensar es que para entender las “Sagradas Escrituras” (de cualquier religión) precisamos de intermediarios: los sacerdotes (sean curas, rabinos, pastores, etc.).

Lamentablemente, en general, estas “Sagradas Escrituras” son interpretadas, no en función de los mensajes originales del respectivo Avatar, especialmente el Maestro Jesús. La evolución real de la mayoría de las religiones marca otra dirección: expandirse, crecer y dominar a las otras, queriendo colocar en la cabeza de las personas la idea de que existe una única religión verdadera. En el caso de la religión prevaleciente en Occidente, la llamada cristiana, aún dentro de las diferentes tendencias, sectas o corrientes, varias de ellas se auto proclaman como el espejo auténtico de la verdad (especialmente aquellas que, en realidad, son empresas comerciales, transvertidas de religiosidad).

¡Como si la verdad se pudiera enseñar! ¡La verdad se vive! (o no se vive). Ella es una experiencia interna, no una repetición de papagayos de lo que algún ilustrado sacerdote dice ser la verdad.

En resumen, el siglo XXI, nos presenta un desafío crucial: se trata de no pasar para otros (sacerdotes o filósofos materialistas) nuestra obligación de tentar responder las grandes interrogaciones de la vida humana. Claro que no es fácil, porque nuestro camino está lleno de malezas (consumismo, comodismo, egoísmo) y el tiempo es muy escaso para dialogar con nosotros mismos y para leer los libros que aquellas figuras luminosas, sabios y nuestros espirituales, nos han legado.

Despreciar la espiritualidad auténtica porque fue reemplazada por una espiritualidad falsa (pseudo espiritualidad) es un error muy profundo, del cual precisamos salir inmediatamente. En efecto, debemos colocar en juego todas las potencialidades humanas, constituidas por lo material y mental sí (principio auto-afirmativo) pero también por lo afectivo y la espiritual (principio integrativo). Esto es lo que nos propone la visión holística

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